Piropo

Napoleón Cruz

¿Quién no ha proferido, o bien, ha recibido el tan conocido piropo? Esta curiosa palabra, muy socorrida en México, se emplea con un sentido adulador con respecto a la belleza física de alguna persona. No obstante, como muchas otras cosas, las palabras tienen varios significados. La palabra piropo proviene de la palabra latina pyropus y ésta, a su vez, de los vocablos –étimos– griegos πυρ (pyr: fuego) y ώψ (ops: vista, aspecto).
La Real Academia Española, en su Diccionario (1970), recoge tres acepciones de dicho vocablo:
1.       m.  Variedad de granate, de color rojo de fuego, muy apreciada como piedra fina.
2.       Rubí, carbunclo.
3.       fam. Lisonja, requiebro.
Resulta significativo el hecho de que no figure la acepción empleada en México en la definición del Diccionario. Sin embargo, la intervención del pueblo es la que construye la definición de la palabra, mediante el uso. Es muy probable que se reformularan los sentidos primitivos de la palabra –fuego y aspecto– en una nueva idea –calor asociado con la vista–, por lo que se aplique exclusivamente a personas que “provocan un incremento de la temperatura cuando se miran”.
Por otro lado, es posible que “echar un piropo” represente el acto lisonjero, enunciado en la definición de la RAE, de otorgar una joya –un rubí– a alguien, a manera de aprecio. Esto implicaría, en todo caso, que se estima en demasía la apariencia –lo que más resalta a la vista–, de ahí que se ofrezca una piedra preciosa –metafóricamente hablando, aunque hay quienes lo hacen literalmente– que corresponda a la belleza de la persona en cuestión.
La idea central es, a final de cuentas, la asociación de la vista con el fuego o el calor. En este sentido, puede decirse que el piropo es la joya forjada por la belleza, ofrecida a la hermosura y significativamente candente. Así que, ya saben, cuando sea menester ofrecer piropos, hay que dejar en claro que se considera la tercera acepción de la palabra o, si realmente se estima mucho a la persona, bien se puede referir a la segunda acepción. Será cuestión de cada quien.

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