No sombras

Alejandro Velázquez Hernández


Prendo la luz de mi cocina. Me siento en uno de los bancos durante un tiempo indefinido, hasta que dan las diez de la noche, leyendo y tomando notas encima de la mesa desplegable. Me voy porque se me ocurre escribir algo en mi muro virtual. Cuando regreso, la luz sigue prendida.  Algo se mueve junto al frutero. Rápido. No solamente un algo, son dos; después están en el piso y luego en el techo. El tercero lo veo encima de mi piel. No lo siento, sólo lo veo pasear en mi piel en mi pijama.
-“Que apagues las luces que no estés usando”, un regaño constante  que no suelo escuchar de mi madre. ¿Esto es lo que me gano por no escucharla? ¡No! La cocina es el único espacio iluminado en mi departamento esta noche.
Parecen ser sombras de criaturas. Ellas se proyectan en mi cuerpo, en las paredes de mi cocina, en todas partes. Como si todo lo físicamente visible fuera un pizarrón para ellas, todo lo material iluminado por el foco de mi cocina. Desaparecen cada vez que se esconden en la sombra que proyecta mi mesa desplegable. Me quedo parado frente a la mesa, completamente absorto y estático; veo la puerta de la cocina y la abro; salgo corriendo; azoto la puerta;  giro a la izquierda, hacia mi cuarto –en el trayecto me he encajado en las costillas la esquina derecha de la mesa y me duele.
El pasillo es seguro de proyecciones: está ligeramente iluminado por la luz que surge debajo de la puerta de la cocina, la única luz de mi departamento hasta ahora. Me detengo en cuanto logro tantear la manija de la puerta…Pudieran ser bichos en el foco. No. No había nada en el foco de la cocina… ¿O sí? --Regreso una mirada a la delgada franja de luz. Una de las sombras roza el hilo amarillo-- ¿O estarán dentro del foco? Tengo que regresar y quitar el foco: sombras que se proyectan así, sin ente alguno o animal visibles alrededor, sólo pueden permanecer dentro del mismo foco, aunque es prácticamente imposible que algo viva dentro de un objeto tan caliente que emite tantos volts y energía, además ¿por qué no habían aparecido antes?, ¿por qué ahora?
-“Que siempre vamos a llegar mañana, más te vale no meter a nadie en la casa”, una amenaza constante que no suelo escuchar de mi madre. Esto es lo que me gano por hacerle caso esta noche.-
Tal vez son pulgas o algún otro bicho que consiguieron meterse en el foco mientras yo escribía en la sala. Si las cucarachas son tan resistentes ¿por qué no estas cosas?
A punto de girar la perilla de la puerta de mi cuarto, retrocedo como un mosco atraído hacia la luz de la puerta, con la mente en blanco. Abro, ya con el recuerdo de mi hipótesis anterior de las pulgas. Quito la mesa desplegable y una de las sombras surge de su escondite, la sombra de la mesa. Mis manos sudan. Agarro el banco con el que trepo mientras me levanto hacia al foco -vi dos en mi brazo. Me quemo los dedos en cuanto quiero quitar el foco caliente. Grito. Nadie meescucha -¿o sí?-. Me bajo y, con mi puño, el lastimado, apago el interruptor. Oscuridad y quemadura de dos grados en las yemas de mi dedo índice y anular. Las sombras desaparecen. Oscuridad total. ¿Se habrán ido porque el foco está apagado y por qué contiene el tercio de? Entonces prendo la lámpara de mi celular para subirme a quitar el foco con un trapo seco.
Vuelven. Aparecen en cuanto el destello de mi lámpara-celular toca el techo. Casi me caigo del banco.
Ni dentro ni fuera del foco. Reviso la lámpara de mi celular. Miro detenidamente a las ¿sombras? ¿Qué son? Su origen. ¿Dónde está? Toda sombra te lleva hacia su dueño. Estas cosas no. No llevan hacia nada.

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